jueves, 17 de agosto de 2017

Hesiquia (Higúmeno Siméon)

    Higúmeno Siméon: Hesiquia 
 
Querría abordar de una manera simple el tema de la Hesiquia, la búsqueda de Dios. Quizá es importante, para comenzar, intentar dar una traducción, una definición de la palabra Hesiquia. Es una palabra de origen griego que se podría traducir en “paz, silencio”, quizá también “paz del corazón”. Se sabe cuán difícil es, a partir de una palabra extranjera, dar una traducción exactamente y, por esta razón menciono varios significados. En cualquier caso, en este término que significa paz, silencio, descanso, es necesario tener cuidado de no deformar el sentido de la traducción. Por ejemplo, si recurrimos a la palabra “descanso”, no se trata de un descanso que mencionaría el sueño. No hay  en absoluto dormitar, en la tradición hesicasta. Lo veremos un poco más tarde, es al contrario una tradición activay de vigilancia. No quiero hacer un curso de historia sobre los orígenes del hesicasmo, sino  querría simplemente recordar rápidamente cómo se ha desarrollado la Hesiquia. ¿Cómo y dónde nació?  bien, diría que la recibimos, como recibimos muchas otras cosas, nosotros recibímos la Hesiquia por parte del Cristo. Podemos captar cuál es la actitud del Cristo en el Nuevo Testamento: un corto pasaje del Evangelio que muestra la actitud del Cristo nos hará percibir lo que es el Hesiquia.
En este episodio, se menciona la entrada de Jesús en la sinagoga de Nazareth, su país de origen. Habla y es mal entendido, mal oído. El final del relato nos dice esto: “Todos se llenaron de cólera en la sinagoga, cuando oyeron estas cosas, y levantándose, lo expulsaron de la ciudad y lo condujeron la cumbre de la montaña sobre la cual su ciudad estaba construida, con el fin de precipitarlo abajo.Pero Jesús, pasando en medio ellos, se fue” (Lc4,28-30).     
La última frase de este texto es significativa. El hesicasta, el que pretende vivir en la paz del corazón, en el sosiego, encuentra su modelo en la actitud del Cristo. Él que, atacado, controvertido, forzado, pudo pasar a través de esta muchedumbre sin decir nada, sin mostrar ninguna agresividad porque tenía, obviamente  la perfección, un corazón lleno  de paz. Solo su corazón silencioso, bañado de Hesiquia, era la respuesta a la agresividad del ambiente.
A partir del estudio y la meditación de la manera de ser del Cristo durante su vida, los cristianos, y sobre todo los primeros monjes, pretendieron adquirir esta Hesiquia, esta paz silenciosa, esta paz del corazón. Y se puede decir que el movimiento monástico, el ideal monástico, está completamente vinculado a la tradición hesicasta. Quizá se propone decir entre los cristianos ortodoxos que hay monjes hesicastas y monjes no hesicastas. Pero no gusta demasiado hacer esta diferencia. El monje, que es un investigador básicamente de Dios, como otros buscan el oro, el monje debe obligatoriamente pasar por esta búsqueda de paz, de silencio,   por abandono, que implican otras virtudes, lo veremos más tarde. Pues, no hago diferencia entre monjes hesicastas y monjes no  hesicastas. Pienso que sonbásicamente hesicastas.
Los primeros monjes, los primeros ermitaños, puesto que, se  sabe, el monaquismo nació en el siglo IV cuando hombres y mujeres, incluido san  Antonio el más famoso,fueron al desierto para buscar a Dios. Y vemos inmediatamente que hay un objetivo. la Hesiquia. Este objetivo es el descubrimiento de Dios. Diría más bien, es el deseo encontrar a Dios. El hesicasta es un hombre de deseo, se llena su corazón con el deseo de Dios, y, a causa de eso, va a buscar cómo poder liberar su corazón de sus  pasiones para encontrar a Dios. Los primeros monjes van al desierto, y eso es significativo. El desierto, lo sabemos, es el lugar del retiro, el lugar del silencio, se opone, de una determinada manera, a la ciudad turbulenta. Esta soledad, este aislamiento se quieren y van a ser uno de los terrenos del hesicasta, del monje, para encontrar a Dios.
   No podemos encontrar a Dios en la agitación. Dios mismo, en  algunos textos del Antiguo del Testamento, nos lo dijo. Explica al profeta    Elías: “No estoy en la tormenta, no estoy en los relámpagos, yo no estoy en el remolino del viento violento, sino en esta brisa ligera que oyes “(véase 1Reyes 19,11-13). Dios no puede ser encontrado más  que en el silencio y es necesario que el monje hesicasta vaya en al desierto en busca de la soledad interior. Si hablo del monje   es porque todo esto vino de la tradición monástica, pero es bien evidenteque cada uno puede vivir de esta tradición hesicasta, si desea encontrar Dios. Un laico puede ser un hesicasta y algunos laicos se han canonizado y se han reconocido santos por la Iglesia.
En sus principios, el movimiento monástico fue esencialmente eremítico y los primeros monjes eran sobre todo solitarios.Hay a continuación una evolución que se hizo bastante rápidamente,favoreciendo la vida en comunidad. Eso se precisó, en particular, en torno a San Basilio, en el siglo IV, a san Teodoro Estudita en el siglo IX y  otros. Han organizado el monaquismo y propuesto  las normas de conducta relativas a la manera de vivir juntos en esta búsqueda deDios. Esto dio nacimiento a los monasterios que conocemos y queprosiguen esta tradición hoy.
Vemos pues dos corrientes: los ermitañosque se retiran de verdad alo apartado y a la soledad total o casi total, y los monjes que viven en comunidad. Los dos tienen una investigación idéntica y los dos pasan por la tradición del Hesiquia, y no solamente por el método. Soy reticente a utilizar el término “método”porque es necesario hacer atención. La Hesiquia no puede ser un método,en el sentido de técnica, donde corremos el riesgo de comprenderla hoy, y que es ambiguos. El hombre de hoy como se pierde, busca – pero buscamos después que existimos sobre esta tierra -, busca cómo encontrarse él mismo. Olvida que es volviéndose hacia el que lo hizo, a saber Dios, a su Creador, como  él mismo podrá encontrarse. Pero vive esta investigación en tal agitación, en tal desorden, que él pretenda experimentar cualquier medio para llegar a encontrarse. El Hesiquia no es un método como hay un método para aprender el inglés, y como existen todos estos métodosque conducen necesariamente a un resultado si se aplican bien. No, la Hesiquia no es en absoluto de este orden. La Hesiquia es una actitud,y no es porque el monje va a retirarse en el desierto, no es porque el monje va a huir el mundo, no es porque el monje va a buscar el silencio, que va  encontrar a Dios. El método no es mágico. Es un apoyo, pero ella requiere una tensión de amor, un deseo profundo del encuentro con Dios, y entonces el método se establecerá en el momento que conviene y el monje pretenderá vivir de este Hesiquia. Va a vivir en el silencio, como he dicho, vivir en un determinado retiro, y va a orar. Va a utilizar lo que llamamos la oración del corazón o la oración deJesús. Esta forma de oración está completamente vinculada a la tradición hesicasta. ¿Cuál es esta oración? Repetimos con un rosario, que tenemos siempre a alcance de la mano, repetimos: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros pecadores”. He aquí la fórmula más completa. Puede simplificarse diciendo simplemente “Señor” o  “Jesús”.
Los Griegos dicen a Kyrie eleison, a “Señor, ten piedad”. Es la misma cosa, es la misma fórmula, más o menos desarrollada. Este rezo repetitivo, que el monje utiliza, tampoco no es un medio que, al final de 200 ó 300 repeticiones, nos permitiría encontrar a Dios. Es simplemente un grito de amor, ya que cuando se ama, se ama llamarse por su nombre o por su apellido. El amor, lo sabemos bien, pasa por la palabra, pero la palabra más desnuda. Cuando una pareja  se encuentra y decide casarse, sabemos bien el efecto amoroso les da una posibilidad de encuentro que pasa por las palabras. Cada uno querría decir sin cesar al otro que lo ama, pero cuando encontramos esta pareja al final de la vida, no dicen ya nada, se observan uno u otro. La simple mirada basta para manifestar este amor, que se vive allí en el silencio, en la paz, en un corazón completamente despojado de lo que le obstruía al principio, probablemente debido a la pasión.  El monje vive eso, a su manera por supuesto, transponiendo esta experiencia. Es necesario que se calle, es necesario que vaya hacia el silencio y es necesario que repita este nombre de amor: Jesús. “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad nosotros “: se trata de una declaración de amor. Reconocemos nuestro Dios, y le decimos: “Ten piedad mi”, no con una actitud miserabilista donde se estaría como pisoteado por Dios. No se trata  de eso, nunca. Simplemente, reconocemos, en la humildad, que no sabemos amar. Es a causa de eso: no sabemos amar, pero queremos amar, a causa de eso, es por lo que decimos: “Ten piedad, ten piedad de nosotros. Ayudanos a amar “. Ya que, si queremos ser amantes de Dios, es necesario que, quien nos ha creado y que es Amor, nos muestre este Amor, nos haga parte, y nos acogja en él. No hay otra fuente. Entonces el monje hesicastase se esfuerza a lo largo de su vida en orar a el Cristo, el Cristo que dijo: “Orad sin cesar” (Véase Lc 18,1). Podríamos responderle: “Pero, Señor, ¿cómo orar sin cesar? “
 ¿Qué significa pues esta invitación a la oración perpetua? No se trata para el Cristo de decirnos: “Habladme sin cesar “, ya que ha advertido: “En vuestras oraciones, no machaqueis como los paganos: ellos se imaginan que hablando mucho se harán escuchar mejor” (Mt 6,7). Vosotros sabeis que le hablamos demasiado a menudo para pedirle, pedir y aún pedir. En algunos momentos debe ponerse algodones en las orejas, diciendo: “¡Que se detenga, que se detenga de pedir siempre algo! “Me parece que el Cristo, nuestro Dios, cuando nos dice orar sin cesar, nos invita a contemplarlo, a desearlo: esto es, la oración. No es inevitablemente una formulación exterior. Es necesario también una formulación exterior, pero es sobre todo, y vuelvo de nuevo a esto que decía al principio, una actitud del corazón: es necesario desear el Señor. Es en este deseo donde se instala esta oración perpetua. La oración de Jesús, la oración  del corazón que utilizamos, nos ayuda a eso ya que está muy despojada . Se vuelve obviamente una práctica, una llamada interior a la cual debemos responder. Muy a menudo, cuando los jóvenes monjes vienen en mi monasterio, estos principiantes me dicen: “Enséñame  a orar”. No saben orar bien, entonces les doy siempre un rosario de oración. Por otra parte ellos lo reciben, diría, liturgicamente, en la toma de los hábitos y les digo: ¡Ahora comienza este oración! Como son jóvenes monjes llenos de deseo, energía y entusiasmo, quieren una norma de oración fuerte, densa, por decir lo más posible. Entonces les dejo hacer y digo sí. Y luego, quince días o tres semanas más tarde, vienen a llamar a la puerta de mi celda y dicen: No alcanzo. No han comprendido que no es un método. Se fatigan, y eso puede ser incluso peligroso, de repetir esta invocación obstinadamente. Eso no tiene ningún interés a nivel espiritual y puede presentar un peligro, sobre el plan físico incluso. No comprenden que es necesario comenzar muy suavemente, pero teniendo una actitud de deseo de Dios.
En efecto, es necesario decir quizá simplemente el Nombre de Jesús. Sabeis cuánta importancia tiene el Nombre, en las tradiciones espirituales. Aquí, es necesario decir simplemente este Nombre y hundirse dentro, muy suavemente, sin deseo de proeza. Es necesario que nuestra oración sea humilde si quiere ser verdadera y hesicasta. La humildad es absolutamente indispensable. Es necesario que, paso a paso, aprendamos a ser humildes. Está bien claro que ningún de nosotros sobre esta tierra es perfectamente humilde, ningúno. Somos aprendices del amor y la humildad. Y es necesario aceptar eso, pero es necesario luchar también para adquirir lo más posible esta humildad que nos permite entonces el verdadero encuentro con Dios. Es una de las otras actitudes indispensables para el monje hesicasta  buscar la humildad,  pedir la humildad a su Dios.
Amamos mucho a un santo ruso del siglo pasado, san Serafín de Sarov, un hombre extremadamente humilde. Un día explicó a alguien que había venido a encontrar cómo vivir la Hesiquia, cómo vivir esta quietud en Dios. Y le dijo esta frase: “Si tienes la paz en tu corazón”, es decir, “si eres hesicasta”, entonces salvarás millares de almas en torno ti “. ¿Qué significa esta frase? es necesario comprenderla bien. Si san Serafín dijo: “Si tienes la paz en tu corazón, salvarás millares de almas “, es porque pasó por todo un camino que es para nosotros un ejemplo. Nos ha mostrado con toda su vida que era necesario ser humilde, que era necesario aceptar ser pequeño, no saber, no conocer a Dios, sobre todo no poseer a Dios, no buscar  poseerlo, lo que sería un error fundamental. Es necesario pasar por la humildad, y san Serafín pasó por allí. es necesario pasar por el abandono.
¿Que es lo que la humildad si no el descubrimiento objetivo de lo que nosotros somos: pobres, indefensos, no amantes? Eso puede conducirnos a la desesperación, lo que no es el buen vuelo .Es necesario que este descubrimiento en la humildad nos conduzca a la paz. Y la única vía posible es el abandono entre las manos de Dios. Si descubro que soy pobre, no debo desesperarme, no debo rebelarme; no es la buena solución. Ya que cuando me desespero y me rebelo, ¿a quien hago referencia? A mi, ¡pero no a mi Creador! Pero si sé ver mi debilidad humildemente, si sé no rebelarme, si me sé verdaderamente volverme hacia Dios, en la confianza, diciéndole: “Soy pequeño y pobre, pero tu, tu puedes todo, tomame en el hueco de tu mano y guiame… “, entonces este abandono, que es la segunda etapa -humildad, luego abandono - este abandono va a conducirme al sosiego, a la paz del corazón, porque estaría  serán por fin entre las manos del Único, del Único que puededarme esta paz, la  que es el amor, nuestro Dios. Aquí pues por el ejemplo de san Séraphin de Sarov cómo puede vivirse la tradición hesicasta.
Querría terminar esta pequeña exposición con un ejemplo bíblico, evangélico más concretamente, que conoceis quizá, se trata del episodio donde Jesús se encuentra en la casa de sus amigos Lázaro, Marta y María, Judíos que amaban al Señor y que lo acogían frecuentemente. En este episodio, no se habla mucho de Lázaro, sino sobre todo de sus hermanas Marta y María. Una de ellas, María, ocupada, prepara la comida, se agita, pone la mesa, enfin se puede imaginar todo lo que pasa. Otra, María, está a los pies del Señor, lo observa simplemente y lo escucha. Entonces aquélla quie pone la tabla viene y dice a Jesús: “Dile que me ayude ¿que hace allí? “Y el Señor responde:” Tu te agitas mucho, pero ella ha elegido la mejor parte “(Lc 10,38-42).
Dicho de otra manera, en este pasaje evangélico, esta experiencia de Marta y de María, el Cristo enseña: “Atención a la agitación inútil”. No quiere decir que no era acogedora, esta agitación, no echa la culpa a la que preparaba la comida, dice simplemente: Atención, María ha elegido la mejor parte. Intentemos, cada uno de entre nosotros, ya que tenemos inevitablemente una Marta y una María dentro de nosotros mismos, intentar elegir la mejor parte.

Exposición de Higúmeno Syméon(Monasterio San-Silvano, Saint-Mars-de-Locquenay, Sarthe)
en Instituto de los Altos Estudios Islámicos,París, el 13 de mayo de 1995.
Publicada en el estudio Contactos, nº173,1996.


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