domingo, 27 de julio de 2014

Dificultades de aproximación a la no dualidad (Georges Vallin)


Dificultades de aproximación a la no dualidad
 por Georges Vallin

1 novembre 2012   Vallin Georges

(Revue Être. No 1. 1974. 2eAnnée)

Intentamos mostrar, en La Perspective métaphysique (Presses Universitaires, 1959), que los modelos teóricos de tipo metafísico, cosmológico, antropológico o espiritual que nos ofrecen las grandes tradiciones de Oriente (Advaïta-Védanta, Budismo Mahâyana, Taoísmo) le permiten al pensador occidental que se encuentra en situación de comprenderlas, mirar con un ojo nuevo y crítico a la inmensa mayoría de los grandes modelos teóricos elaborados por la filosofía o la teología de Occidente. Y creemos que la verdadera " revolución copernicana " de la filosofía que pondría fin a nuestro imperialismo cultural y a nuestro provincialismo metafísico, correspondería al estallido de nuestros modelos teóricos familiares y a su integración en las perspectivas a la vez más amplias y más profundas que se expresan en las grandes doctrinas orientales de la no Dualidad, y singularmente en el Advaïta-Védanta del Hinduismo.

* *

El carácter fundamental de los modelos teóricos que nos ofrecen las diversas formulaciones del no Dualismo oriental consiste en la afirmación simultánea y paradójica de la Trascendencia radical de lo Absoluto y de su inmanencia íntegra en el mundo o en la manifestación. Esta trascendencia a la vez radical e integrativa de lo Absoluto nos parece constituir la expresión la más auténtica y más acabada de lo que Nietzsche llamaba " la afirmación originaria ", situándose más allá del "nihilismo" y de la huida hacia los  " tras - mundos ", pero cuya misma filosofía de Nietzsche nos ofrece sólo una expresión mutilada.

Lo Absoluto tal como nos lo describen los grandes textos del Taoísmo o del Advaïta-Védanta corresponde a un modelo teórico de una importancia excepcional: lo Divino pluridimensional por oposición al Dios unidimensional de nuestro monoteísmo tradicional. La afirmación de lo "Divino" se revela aquí solidaria de una integración de todas las formas de finitud y de la superación de las rupturas ontológicas análogas a los que separan a Dios y las criaturas en el monoteísmo creacionista. Es necesario advertir que esta integración está vinculada a la afirmación de una dimensión femenina y cósmica de lo Divino (Dios "andrógino" y no solamente varón y padre). Sin duda esta forma de lo divino ha sido atestiguada y probada por más de un místico de las tres grandes tradiciones monoteístas, pero en calidad de excepción o en calidad de herejía condenada al secreto o a la excomunión. Es en el marco de la mentalidad oriental que las implicaciones de estos modelos teóricos podían expresarse con más amplitud y vigor, debido al carácter más contemplativo que activo de esta mentalidad.

Todas las formas del pensamiento tradicional (con el sentido que René Guénon da a este término) reconocen, en Occidente como en Oriente, la primacía de la contemplación sobre la acción, como se ve en un Platón, un Aristóteles o un santo Tomás de Aquino. Pero en Occidente la contemplación, generalmente centrada sobre el amor y la persona, alcanza sólo excepcionalmente sus modalidades últimas y radicales, debido a una inhibición o a un bloqueo que nos parece vinculado a la creencia infranqueable en la realidad del ego y de las formas individuales.

La contemplación occidental nos parece depender siempre de la afirmación de la realidad del ego en función del cual el objeto mismo de la contemplación es descubierto. Ahora bien , en las formas más características orientales de la espiritualidad o de la metafísica, esta inhibición es levantada, y la contemplación, no crispada sobre la realidad de un ego que trasciende e integra simultáneamente, alcanza sus últimas posibilidades con la realización de la identificación del ser individual con lo Absoluto transpersonal [1]. Se trata aquí de una "enstasis", como lo dice Mircea Eliade, a propósito del samâdhi yoguico, más bien que de una  "éxtasis", y que se encuentra vinculada a un poder de concentración psíquica y mental y a técnicas muy elaboradas para desarrollar este poder (el estallido del ego hacia lo Universal). El cuerpo y el mundo no son rechazados o excluidos, sino no integrados en la plenitud de su verdad ontológica.

Esta actitud espiritual, que nos aparece corresponder a un espíritu de afirmación [2], excluyendo toda forma de negación, y que se expresa con resplandor entre los representantes orientales de lo que llamamos " la perspectiva metafísica ", sobrepasa el espíritu de alternativa que domina la espiritualidad occidental: el alma no es afirmada contra la carne, ni Dios contra el mundo. La afirmación íntegra de la trascendencia de lo Absoluto es simultáneamente afirmación integrativa de la finitud o de lo " relativo".

Esta contemplatividad, que se funda sobre el descentramiento del hombre con relación al ego, se expresa en una actitud espiritual de naturaleza " gnoseológica ", que desemboca en modalidades a la vez existenciales " y " objetivas " de conocer - como el jnàna-mârga vedántico y que Platón, con su doctrina de la Inteligencia intuitiva (noesis) constituyendo la forma más elevada de la Ciencia (episteme), nos aporta un ejemplo notable. Esta actitud es "más "filosófica en cierto sentido" que "mística", o más bien sobrepasa esta oposición familiar para Occidente. Henry Corbin mostró en sus obras [3] recientes cómo la noción de Oriente fue puesta en relación, entre ciertos filósofos iraníes, como Sohrawardî, con conocimiento contemplado como " conocimiento presencial  unitivo, intuitivo, de una esencia  en su singularidad ontológica absolutamente verdadera " de tal modo que esta noción de Oriente posee no solamente un significado geográfico sino espiritual: Oriente corresponde al salir el sol del conocimiento originario y íntegro que el hombre contemplativo de Oriente o de Occidente puede experimentar, pero que la mentalidad oriental es naturalmente más apta a experimentar que la nuestra.

Por oposición a esta mentalidad oriental, la del hombre occidental, - en el sentido a la vez geográfico y espiritual del término-, parece centrada sobre la acción transformadora de la realidad más que sobre la contemplación, fundada sobre el querer y no sobre el conocimiento, y profundamente tributario de la creencia en la realidad del ego y de la individualidad en general.

Entonces la última verdad del ego, así como nos lo muestra el existencialismo de Sartre, es la nada o la negación en estado puro, que desmenuza y limita lo real y obstaculiza a la manifestación de las dimensiones últimas y fundamentales del Ser. En esta óptica, es el hombre occidental en general quien corresponde a lo  que Nietzsche llama la "decadencia". Y el nihilismo denunciado por este último en el platonismo, el cristianismo y el advenimiento de los tiempos modernos se encuentra, según nosotros, en todo el pensamiento occidental anti-platónico, tradicional o moderno, fundado sobre la primacía del ego y de querer que se encuentra tanto en el monoteísmo creacionista como en el existencialismo ateo.

Dándose cuenta de la divergencia que existe entre estas dos formas de mentalidad, es posible cercar las dificultades con las cuales se topa el hombre de Occidente (que engloba los Orientales occidentalizados) cuando se confronta con los modelos teóricos que acabamos de mencionar. Estas dificultades están fundadas sobre un imperialismo cultural que nos parece profundamente vinculado a la misma esencia de la mentalidad occidental, es decir a su fundamental crispamiento sobre la realidad del ego y sobre las categorías ontológicas y antropológicas que implica. Una de las tareas que incumbe al investigador occidental deseoso de conocer las doctrinas de la no Dualidad, es hacer un inventario de los errores de interpretación que le acechan en esta aproximación.

Los modelos teóricos fundamentales que caracterizan lo que propusimos llamar " la perspectiva metafísica " dan lugar a una serie de errores y de contrasentido que no basta con señalar o con denunciar, sino que hay que tratar de justificar. La trascendencia radical e integrativa de lo Absoluto transpersonal - que está vinculada a las técnicas de la formulación de la teología negativa - es el objeto de un contrasentido clásico que aparece con más brillo en la interpretación schopenhaueriana según la cual Nirvâna budista equivaldría a la "nada" y estaría vinculada a una visión del mundo fundamentalmente "pesimista". Entonces Nirvâna corresponde de hecho, como el Atman vedántico que es un equivalente, a una plenitud ontológica absoluta que no  puede ser  adecuadamente mirado más que por negaciones, y a la cual que el hombre puede acceder por una evolución a la vez gnoséologica " y "ascética". Y si es verdad que la existencia es sufrimiento para el Budismo, - de donde la acusación de pesimismo-, hay que recordar que la "existencia" se remite al ego del que el Budismo, más de dos mil años antes de los modernos "filósofos de la sospecha", ha denunciado las ilusiones que le hacen vivir y lo constituyen.

Está claro que el pensador que está invenciblemente entrenado en creer en la realidad del ego no puede concebir más que una sola forma de negación, la que corresponde a su destrucción, y no a su transmutación. El Nirvâna (que corresponde a la extinción de querer o de la "sed (trsnâ)" constitutiva del ego) es  pues naturalmente puesto como nada para una mentalidad que está condenada a confundir el Sobre-Ser constitutivo de lo Absoluto suprapersonal, y la nada que es allí el exacto opuesto. Allí dónde el hindú habla de tres cuartos de Brahma (lo Absoluto suprapersonal), el otro cuarto que está constituido por lo que llamamos Dios y la gente, el Occidental no  verá más que el vacío y la nada, lo mismo que Aristóteles no veía más que el "vacío" en las Ideas platónicas y en la misteriosa trascendencia del "Bien". Cuando el Occidental afirma a Dios, es siempre a partir y en función de su  invencible idolatría del ego, de su "egolatría". Más allá del Individuo supremo no puede haber allí para él más que la  "nada". Entonces es con arreglo a la plenitud de esa pretendida  " nada " como se ordena la evolución más característica de las metafísicas orientales, el surgimiento progresivo del conocimiento esencial que toma apoyo sobre las técnicas de concentración psico-mentales y de transmutación ontológica del ego.

Es la misma impotencia de pensar en un sobrepasamiento del reino del ego que inspira, particularmente entre los teólogos cristianos, una crítica con respecto a la confusión pretendida entre la orden del ego y el de lo Divino, y con respecto a las actitudes espirituales que implicaría tal confusión. El teólogo hablará de panteísmo cuando está en presencia de la inmanencia integral de lo Absoluto en lo manifestado que se encuentra en los Upanishads, significando por ahí una reducción de lo divino a la realidad del mundo, mientras  que de hecho la Trascendencia de lo Divino no se pone en cuestión aquí de ninguna manera; de hecho la inmanencia integral de lo Absoluto en lo manifestado, es una expresión de su Trascendencia integral o integrativa. ¿Por qué este contrasentido? Porque la única identificación efectiva que pueda fácilmente concebir nuestra egolatría occidental, es la reducción de lo Absoluto a lo manifestado, o del Dios al mundo (como entre los Estoicos o en  Hegel). Es pues  natural y casi inevitable que el Occidental hable de "naturalismo" allí dónde se trata de hecho de una trascendencia auténtica de lo Divino con relación a la "Naturaleza" tal como solemos concebirla, es decir en función de la realidad de las formas individuales. Cuando Védanta shankariano afirma la identidad entre Atma (el Sí o lo Absoluto transpersonal) y jîvâtma (el alma individual) la realización a la que se refiere concierne a la transmutación de lo individual en lo Sobreindividual o lo  Transpersonal. Pero el pensador occidental que no concibe aquí más que la posibilidad de una reducción a lo individual y no la de la ascensión transmutadora hacia lo Universal, hablará de orgullo o de prometeismo a propósito de esta identificación entre lo humano y lo Divino, mientras que la finalidad de esta identificación corresponde de hecho a una humildad fundamental [4], radical, objetiva y no pasional, a una extinción transmutadora y no a una exaltación prometeica del ego.

Este contrasentido puede por otra parte parecer perfectamente legítimo en el contexto cultural y espiritual de Occidente monoteísta. El ejemplo del Maestro Eckhart nos parece significativo. Cuando el papa Jean XXII condenó las propuestas heréticas del místico turingio, nos parecía legítimo y natural afirmar que en el marco del monoteísmo judeocristiano las audacias espirituales y metafísicas de Eckhart - que corresponden a un descubrimiento cuasi "salvaje" de lo Transpersonal - no podían no ser interpretadas como signos de una exaltación prometeica del hombre, y por consiguiente, como una contestación condenable de las formas corrientes de la fe monoteísta. Basta para convencerse de ello meditar sobre la acogida entusiasta del joven Hegel a la propuesta de Eckhart: " El ojo por el cual me veo y el ojo por el cual Dios se ve son un solo y único ojo”. El panteísmo humanista y prometeico de Hegel proviene de un contrasentido en cierto modo natural y necesario sobre la identificación audaz y sutil puesta por Eckhart. De donde la prudencia muy legítima de los teólogos que condenan formulaciones de este tipo, cometiendo el mismo contrasentido que Hegel, debido a los postulados que dominan la ideología occidental, tanto tradicional como moderna.

Los contrasentidos que suscita el yoga son también muy significativos. Muchos Occidentales han sido atraídos por el yoga debido a las posibilidades de desarrollo de la potencia del ego que a sus ojos comporta - por oposición a la debilidad aparente del querer que, en una óptica nietzscheana, le parece    falsamente implicar el Cristianismo -. El Occidental anticristiano atraído por el yoga ve su contrasentido redoblado y confirmado por el del teólogo  que reprochará al yoga  exaltar la autonomía y la potencia del hombre,  ignorar la gracia divina, etc. El teólogo dirigirá el mismo reproche a los representantes más característicos de la llamada  mística especulativa (Shankara, Nagarjuna, Eckhart, etc.) así como a los modelos teóricos a los cuales se refieren sus doctrinas (identidad esencial del mí y del Sí, las técnicas yóguicas) y que   excluirían la "gracia" favoreciendo el orgullo del hombre.

Este reproche es natural, es decir necesario y legítimo, bien  que injusto y absurdo, porque nada  es menos que una exaltación de la voluntad de poder del hombre que el yoga tal, como lo describen los sûtras de Patanjali  . Es al contrario una técnica espiritual, metódica y coherente, de despertar y de desarrollo de una dimensión o de una energía " suprahumana " o "sobrenatural" que no  está situada más allá de un ego que previamente se habría encarcelado en sus límites, sino que está puesto como constituyendo la última dimensión íntima, fundamental y última o la  "verdad" misma del ego, más allá de las limitaciones ilusorias que las técnicas yoguicas tienen precisamente por objeto sobrepasar por un movimiento de trascendencia integrativa. Lo  "sobrenatural" está vivido aquí como infinitamente más íntimo al yo que el ego mismo – dando la plenitud de su sentido a la fórmula agustiniana. Y lo Absoluto transpersonal que se contempla  como el término último de la realización espiritual puede ser dicho  entonces presente, a la vez detrás y en la apariencia constitutiva de las limitaciones del ego, de modo " naturalmente sobrenatural " o " sobrenaturalmente natural " - para repetir una fórmula de F. Schuon.

Sin duda no hay aquí, como es el caso en las místicas "no heterodoxas" del cristianismo - como san Juan de la Cruz - salida extática fuera del ego ni  irrupción fulminante de un "sobrenatural" puesto en una exterioridad infranqueable con relación a la realidad del yo. Pero si el ego no tiene que salir aquí de sí mismo, es que verdaderamente no había entrado aquí jamás. El método espiritual del yoga presupone un yo que no es prisionero  de sus limitaciones ontológicas. También la realización progresiva de la identificación del ego con Transpersonalidad de lo Absoluto, que hace la economía de las famosas "noches" de un san Juan de la Cruz, con su angustia que es como el tributo pagado a invencible creencia en la realidad del ego, nos parece corresponder a una forma ejemplar de humildad y de presencia auténtica en lo (o de lo) "sobrenatural".

Es fácil imaginar otros errores e injusticias que pueden resultar de la proyección de nuestras propias estructuras mentales y de nuestras categorías sobre modelos teóricos o prácticos del tipo de aquellos a los que acabamos de examinar, cuando aplicamos por ejemplo a las doctrinas orientales los términos de misticismo, de filosofía, de idealismo, etc., por ejemplo con arreglo a los postulados arraigados en el "egolatría" inveterada de nuestra cultura occidental..



[1] Según la féliz fórmula que emplea  O. Lacombe a propósito del Atman-Brahman del Vedanta no-dualista.

[2] Como  esa de la que  Nietzsche tenía nostalgia.

[3] Especialmente  « En islam iranien » (Gallimard).

[4] Cf. F. Schuon, Perspectives spirituelles et faits humains (Cahiers du Sud), pp. 253 sq.

 

domingo, 20 de julio de 2014

Anónimo


ANÓNIMO

 

No os detengáis en mi tumba a llorar.

No estoy allí. No duermo.

Soy mil vientos que soplan.

Soy los destellos que brillan en la nieve.

Soy la luz del sol en el grano maduro.

Soy la gentil luz de otoño.

Cuando despierte en el silencio de la mañana

seré el rápido y ascendente susurro

de silenciosas aves en vuelo circundante.

Soy las tenues estrellas que brillan por la noche.

No os detengáis en mi tumba a llorar.

No estoy allí. No he muerto.

 

 

 

(del libro El renacer budista. La rueda de la vida y la muerte. Una guía espiritual para los momentos de transición de Philip Kapleau  1990 Árbol Editorial, S.A. de C.V.)

viernes, 18 de julio de 2014

La maduración humana (Jacques Castermane)


La maduración humana

por Jacques Castermane


 

(Extraído del libro agotado de Coletón Chabot, « A moitié Sage » edición Quebecor 1997 y quien tenía para base  entrevistas de la televisión comunitaria de Montreal)

Presentación de Placide Gaboury

Es una gran felicidad de encontrar a Jacques Castermane y  presentárselo. Siempre admiré a este hombre al que considero como plenamente despertado, lo que quiere decir para mí que es plenamente humano. De él, emana una madurez y una gran bondad. Encontré esto primero en sus textos y a consecuencia  de nuestro encuentro, sé que los textos son plenamente acordes al hombre. Jacques Castermane es el heredero espiritual de Karlfried Graf Dürckheim, que fue un pionero en Europa en la vía de la maduración humana.

El trabajo propuesto en el Centro Dürckheim, que usted dirige en Francia, es en cierto modo un proceso de maduración. ¿Cual lazo hay allí entre " el niño espiritual " y la maduración humana?

Todo el trabajo que pude hacer al l lado de Dürckheim durante más de veinte años, él mismo lo titulaba " un camino de maduración humana”. Encontraba muy interesante poner en contacto toda esta dimensión de la espiritualidad con la del hombre. Podemos observar hoy en nuestro mundo moderno que hay muchos adultos, pero muy poca madurez y qué la gran neurosis que toca Occidente, es la expresión de esta falta de madurez. Muchos padres, adultos tienen un recuerdo de lo que se llama el resplandor de la infancia, ese resplandor  luminoso. Y si se observa al niño, podríamos decir que, a diferencia del adulto que somos, este joven ser está todavía inmerso en el Grand Todo. Todavía está en una vida un poco indiferenciada. Todavía está inmerso en el ser. Y en el  fondo, el gran sufrimiento del hombre, es aquel del que habla el budismo también, es esa separación del ser. Lo que se llama el camino de maduración, es, posiblemente, muy en el  fondo, recobrar esa unidad con ser al final de la existencia.

¿Piensa que sea necesario pasar por la retirada, salir de esta identificación con la totalidad? ¿Es necesario, inevitable?

Creo que es inevitable. Lo que, en nuestra tradición cristiana, llamamos el pecado original, no podemos evitarlo. Pero este pecado original no existió, una vez, hace mucho tiempo. Es lo que cada niño que nace hoy vivirá  a su vez, haya nacido en Occidente o en Oriente. Finalmente, será cortado del  ser.

¿Según usted, es algo universal y no algo cultural?

Estrá más allá de la cultura, es completamente ontológico. Dürckheim nos pedía trabajar sobre el recuerdo y son raros los adultos que verdaderamente se acuerdan, pero cada uno de nosotros se plantea por primera vez una cuestión definitiva y decisiva: " ¿qué es eso?” Entonces, es difícil con nuestra inteligencia decirse: " ¡hola! Pero yo viví antes de esta cuestión”. Y sin embargo, en la cuna o en nuestros brazos, hay allí un ser humano muy vivo, pero que vive esta vida humana, que la comienza en todo caso sin haberse planteado todavía esta cuestión: " ¿qué es eso?” Y "esto", es el gran desgarro tal cual es representado también en el signo de Tao donde se ve un círculo que está desgarrado, y desde el momento en que el niño se plantea esta cuestión, de un lado del desgarro hay "yo", y del otro, hay "eso". Pues, es la primera conciencia del yo y del objeto que no es yo. Y es allí donde todo ser se corta de la totalidad, de lo absoluto, del Gran Uno. Y al mismo tiempo, es necesario, de otro modo el hombre no va a devenir  el hombre.

Sobre el plano existencial, usted había tenido triunfado perfectamente. Usted era un hombre sobre quien se podía decir, según los valores sociales, familiares y profesionales: " tiene verdaderamente todo para ser feliz”. Sin embargo, en sus libros, sentimos que a pesar del éxito, a pesar del éxito personal, había todavía una insatisfacción profunda. Y usted escribe que su encuentro con Dürckheim fue determinante, fatal. ¿Que buscaba pues desde hace tantos años para que un encuentro le oriente de un modo muy distinto?

Usted me devuelve atrás. Comencé mi vida estando enfermo. Puedo decir que, desde mi nacimiento hasta la edad de siete años, estuve. De modo que el hombre más próximo de mí, era el médico de familia. Es con él que tenía más contactos. Todavía recuerdo, me tomaba sobre sus rodillas cuando venía para hacer las visitas muy frecuentes, y creo que es a partir de allí dónde sentí la necesidad de volverme fuerte. Habiendo sido tan frágil durante los primeros años de la vida, necesitaba volverme fuerte. Esta fuerza, naturalmente la busqué sobre el plano físico, por la práctica de los deportes, pero era también la fuerza en el tener. Y cada uno de nosotros se deja coger en la trampa diciéndose: " voy a encontrar confianza en mí a partir de lo que tengo”. Pues, quería mucho y quería un gran éxito.

¿ Lo obtuvo?

¡Sí! Al fin de mis estudios universitarios, abrí un gabinete de fisioterapia. Para marcar bien la diferencia, cambiaba de coche cada año. Naturalmente, hacía falta un color diferente para cada coche con el fin de que los vecinos observen la diferencia, el éxito. Durante un momento, creí que el sentido de mi existencia estaba allí. En realidad, los días pasaban y no encontraba este sentido.

“¡Este hombre es lo que dice! "

¿Diría que había en usted una cuestión más profunda que la del éxito profesional y financiero?

Había una cuestión en cuanto al sentido, sí, pero no podía incluso definir lo que la palabra quería decir. No estaba no satisfecho, en todo caso, de lo que vivía diariamente. Ni de lo que me había aportado la educación religiosa católica a la cual había estado sometido y hasta insumiso, ya que eventualmente, dejé esta educación por un medio antidogmático. En la Universidad de Bruselas, todo reposaba en el examen, en el experimento científico. ¡Era apasionante! Experimentaba mucha alegría e interés hacia el descubrimiento, pero no encontraba el sentido. Es verdad que tuve la impresión, no de comprender el sentido, sino  de encontrar el sentido el mismo día que encontré a Karlfried Graf Dürckheim.

Usted dice sobre él en una de su obras: " tuve el sentimiento que era lo que decía”.

¡Sí, es completamente justo! Es una frase que se me queda en memoria. La Sociedad Teilhard de Chardin, que está muy viva en Bélgica, había organizado un coloquio sobre el tema de Lo esencial donde varias personalidades fueron reunidas y entre ésas Dürckheim, y había leído solamente su libro, Hara. Es lo que me había incitado por otra parte a ir a oírlo. Cada uno había tenido la oportunidad de exponer un poco cómo veía lo esencial en lo cotidiano, y muy rápido, he sido atraído por este hombre más que por otros invitados. Me preguntaba por otra parte lo que lo diferenciaba de los otros, lo que en él me atraía tanto. Todos hablaban con ciencia, con rigor. Y es allí donde me vino esta respuesta: " este hombre es lo que dice”. También había encontrado en la universidad hombres y mujeres que sabían lo que sabían, pero era la primera vez que encontraba esta adecuación entre el saber y el ser.

¿No encuentra asombroso que usted probablemente haya sido la única persona en el auditorio que había sido cogido de ese modo por aquel hombre?

No sé en absoluto si fui el único. ¡Esto posiblemente sería un poco presuntuoso!

Es difícil de saber, en efecto, si usted fue el único. ¿Sin embargo, lo que es seguro, es que este encuentro definitivamente le marcó?

Pasó algo asombroso. Este coloquio duraba dos días. Era un poco tímido y no me gustaba acercarme a conferenciantes para hablarles. Había quedado levantado cerca de mi silla, en la segunda fila del público, y fue Dürckheim mismo quien vino hacia mí. Me tendió la mano y me tiene: dice: " estoy muy feliz con el modo en el que usted me escuchó y me gustaría volver a verle  " ¡ estaba estupefacto! Generalmente, es el oyente quien felicita al conferenciante, y esto pasaba exactamente a la inversa. Me preguntó mi dirección. Se la di. Tres meses más tarde, me escribía para invitarme a su centro en Alemania.

¿Diría que era la calidad de su escucha que hizo salir al maestro?

Algunos llamarían esto el azar, y yo, yo escribiría d-e-s-t-i-n-o, destino.

¿Podría presentarnos en sus palabras al que se apoda el Viejo Sabio de Selva Negra?

Sí. En algunas palabras, diría que Dürckheim había tenido una vida en  tres aspectos que se podría identificar como el aspecto antes del Japón, luego un período de once años en Japón y por fin su vuelta a Europa después de Japón. Antes del Japón, era un hombre de la aristocracia alemana. En efecto, los Von Dürckheim son conocidos desde el siglo XII. Sus bisabuelos estuvieron todavía ligados a la persona del emperador, del rey de Baviera y las mujeres, a la emperatriz. Había hecho unos estudios universitarios en psicología y en filosofía.

¿Sabe en cual momento quitó la partícula de nobleza relacionada con su nombre?

Después de la guerra, es una partícula de la que pudo soltar la presa.

“Me gustaría que usted trabajara en mi nombre "

Usted es el heredero espiritual de Dürckheim que fue un precursor de todo el movimiento de encuentro entre Oriente y Occidente. Antes de él, pocos europeos y hasta de estadounidenses conocían palabras como zazen o hara y su significación más profundo. Qué  hace de pensar decir cosas  como esta: " usted es el heredero espiritual de Dürckheim "?

Es un aspecto de las cosas en el cual verdaderamente no pienso, o en todo caso no a menudo. Me acuerdo de esta visita que le hice en Selva Negra, mientras que vivía en Francia. Tenía ya 80 años y estaba enfermo. En el curso de nuestra conversación, me dijo: " me gustaría que usted trabajara en mi nombre”. No lo esperaba en absoluto. Era como una ducha fría que se recoge así sobre el cráneo. Estuve tan sorprendido que le dije: " pero usted me hace ahí un regalo envenenado”. Se echó a reír - ¬el humor del maestro siempre está presente - y me dijo: " ¿ por qué? " Respondí: " porque tengo la impresión de que jamás lo mereceré, y que siempre sería responsable de eso hasta el fin de mi vida”. Es una herencia, sí, pero al mismo tiempo, eso me da una oportunidad de perseguir yo mismo el camino de maduración.

“Se quién eres "

En la enseñanza de Dürckheim, en la suya también, es cuestión de un camino de maduración. Sentimos que se trata de un proceso que vive más bien que de un estado que hay que alcanzar. Tenemos la impresión de que su enseñanza procura que el ser humano acepte su totalidad. En los libros de su maestro, es tanto cuestión del cuerpo físico, de la psicología como del ser. Ningún aspecto de la vida humana parece ser privilegiado en detrimento de otro. Me gustaría que usted nos hablara un poco de la enseñanza de Dürckheim que es la suya.

Aquí, hay que evitar una confusión que es frecuente en Occidente: es la confusión entre construcción y maduración. En Occidente, la inmensa mayoría de la gente tiene un ideal que concierne al hombre. Este ideal puede venir del exterior, de la educación, de una tradición, como puede venir de sí mismo. Tenemos un fin y nos decimos: " Haría falta que corresponda a este ideal que me fijé o que quiero fijarme”. Para corresponder a eso, va a hacer falta que construya a alguien, yo mismo. A golpes de ejercicios, de disciplina, vamos a tratar poco a poco de construir este ideal un poco como señor Eiffel en París construyó la torre Eiffel. Y no llegaremos allí jamás. El hombre no puede construir su ideal. No será nunca más que un  andamiaje que se derrumbará a la primera tempestad que sobrevenga en su vida de cada día. Un conflicto sentimental, familiar o profesional vendrá a poner en cuestión todo el andamiaje, todo ideal edificado. El camino propuesto por el Centro Dürckheim, y que les propongo a aquellos que tengo la posibilidad de encontrar, no es una construcción. No les fijo fin a los que vienen encontrarme, ni les suministro un ideal que hay que alcanzar. Todo lo que puedo decirles, es: " Se quién eres”. Entonces plantean la cuestión: " ¿Pero quién soy?” Respondo: " no sé nada sobre eso, pero selo. Es decir, no te abstengas más de ser quién eres”. Y es más bien según el plan de soltar presa de todos los obstáculos que nos impiden ser como se hace el trabajo. Usted tiene razón, en esta perspectiva, el cuerpo no puede ser descuidado.

El cuerpo que se es

¿Tiene la impresión de que la gente que emprende un camino espiritual o que dice tener  uno tiende a negar la materia y hasta el cuerpo?

¡Sí! Desde el 1650, estamos condicionados a la división entre cuerpo, alma y el espíritu. Muy a menudo, les doy este ejemplo a los que trabajan conmigo: si usted mira el hielo, el agua y el vapor, usted tiene por supuesto tres cuerpos diferentes. Si hace la fotografía, el hielo no es agua, el agua no es del vapor, pero en el fondo,¿ el agua no es todavía el hielo? ¿Acaso el agua, no es ya el vapor? Y cuando se habla hoy de esta división entre cuerpo, alma y espíritu, debemos al mismo tiempo sentir esta unidad subyacente; no podemos separar más los tres. Y esto no es más oriental que occidental, esta no separación. Leía recientemente un libro muy bello escrito por santa Teresa de Ávila, y a la cuestión: " ¿cuál es la diferencia entre el alma y el espíritu? " puesta por una de sus hermanas, santa Teresa respondía: " El espíritu está al cabo del alma. Es la misma cosa, pero es tan diferente que hay que llamarlo de otro modo”. Dejé el libro diciéndome: " pero hizo sólo la mitad del camino. Habría que poder decir también cual es la diferencia entre el alma y el cuerpo. El cuerpo está al cabo del alma. Es la misma cosa, pero es tan diferente que la llamamos de otro modo”. Dürckheim nos despertó a esta dimensión de lo que llamaba " el cuerpo que se es ", que representa la totalidad de la persona y que no es solamente  el cuerpo físico, opuesto al alma, opuesto al espíritu tal como habitualmente le entendemos. Los ejercicios que propongo tocan el cuerpo que el hombre es, y no el cuerpo que se tiene, como lo enfocamos en la gimnasia o los deportes.

Por otra parte, su esposa Christina, que trabaja en el Centro Dürckheim, enseña el taï chi que es la forma en movimiento de zazen, o sentada silenciosa.

En efecto, y el tai chi no es una "chinería" que se dirige al Occidental. Lo mismo  que las artes marciales, la práctica del tiro con arco, el zazen, la sentada en silencio serían unas "japonerías". Es un ejercicio que se dirige al hombre, sea nacido en Oriente o en Occidente. El o la que enfoque un camino de maduración debe tomar en serio tres factores. Uno de estos factores, es la sombra; es decir todo lo que me separa de esta realidad profunda de mí mismo, también de  esta luz que soy. Otro factor, es el ejercicio. El hombre no puede contemplar una transformación de su realidad si no pasa por un trabajo sobre el cuerpo que es. Podemos hacer el body building, podemos hacer otras gimnasias sin transformarse todavía en tanto que persona. Pero el reconocimiento de la persona, la realidad de la persona necesariamente pasa por una transformación del cuerpo. Daré un ejemplo que corre el riesgo de tocar a muchas personas ya que muchos de nuestros contemporáneos se quejan de dolores de espalda, de  dolores en los hombros. Entonces los médicos y  otros terapeutas hacen fortuna con los dolores de la espalda y de los hombros. Vamos al médico y decimos: " Alívieme. Tengo dolor ahí”. Los analgésicos y los masajes le alivian siempre un poco. Pero sale del gabinete y antes de entrar en su coche, un gato negro o una ardilla pasa ante su  coche y se crispa usted  de nuevo como antes. Es la visión científica y moderna de cuidar tal o tal grupo muscular. ¿Quién se da cuenta que este dolor en la espalda o los hombros es en realidad la expresión de un estado de estar alerta? ¿Un estado de estrés? El hombre carece de confianza y la expresión de esta falta de confianza, es esta tensión en la espalda o los hombros. Esta tensión no es por tanto más que la expresión de un estado ser de toda la persona. No tengo  confianza en la vida. El taï chi y el tiro con arco son unos ejercicios que tocan al hombre entero para reconducirlo a ese  estado de confianza. Todavía no hace tanto tiempo, no hacíamos distinción entra la palabra " fe " y la palabra " confianza”. El tercer factor es la sentada silencioso. Es un modo de ejercitarse en hacerse lo que se es..

En su libro El centro del ser, usted escribe: " el misterio se abre sólo al que tiene el coraje de un realismo empírico”. ¿Qué quiere decir?

Ya que se trata de un camino que se cualifica espiritual, se trata de respetar un realismo espiritual. Una espiritualidad realista reposa en la experiencia más bien que en las creencias. Hay una religiosidad que está basada en lo que se llama la fe, y todo nuestro Occidente cristiano reposa en este pilar de la fe frente al cual Occidente se ha levantado también sobre otro pilar, el de la ciencia. La fe reposa en la revelación sobrenatural, mientras que la ciencia reposa en la experiencia material, de donde una contradicción y mucho fricción hasta nuestra época. Oriente no se elevó sobre estos dos pilares. Un Oriental, todavía hoy, no imagina un segundo que las experiencias científicas van a alumbrar el verdadero sentido de su existencia. El Oriental no tiene, tampoco, una religiosidad que reposa en la fe como  nosotros lo entendemos. Hay un tercer pilar en Oriente, es el de la revelación experimental, o de la experiencia reveladora del ser transcendental. Es sin duda lo que atrae a tanta gente hoy hacia las prácticas orientales. Es este realismo espiritual donde no se trata más " de creer a ", sino  " de sentir que”. Dürckheim, él, interviene con lo que llama " la experiencia del ser ", que verdaderamente es el fundamento de su enseñanza.

¿Qué es lo que favorece una experiencia de la trascendencia?

Su cuestión me recuerda un momento difícil en mi encuentro con Dürckheim. Era mi segunda lección (llamábamos eso "lección", este encuentro de una hora con él) y alargó el índice hacia mí pidiendo: " ¿cuándo vivió por última vez una experiencia mística?” Me dije: " ¿ buen Dios, es terrible, qué quiere decir? ". De los místicos, no conocía nada, si no era que había oído hablar de san Juan de la Cruz y del Maestro Eckhart. No veía lo que tenía en común con ellos. Además, tenía el rodeo de la educación religiosa, que era casi una doma religioso, y me parecía volver con estas viejas historias. Estuve casi decepcionado. Fue más tarde cuando comprendí que Dürckheim contemplaba la experiencia mística en la realidad de nuestra vida diaria. Hay cuatro campos privilegiados de nuestra vida de cada día que favorece tal experiencia mística. Y ya que estamos aquí, en Quebec, daré primero el ejemplo de la naturaleza. La gran naturaleza es el lugar de la experiencia mística. ¿Qué quiere decir esto? Ayer; había una puesta del sol extraordinaria sobre el lago. ¿Quién no se paró, una tarde, cuando el sol se acuesta? ¿Por qué? Tenemos ganas de encogernos de hombros diciendo: " ¡porque es bello!”  ¿Pero qué quiere decir "bello"? Mire las nubes, mire el lago, la montaña. Esto, esto es sólo la mitad de las cosas. Si digo: "esto es bello ", esto no es solamente porque este conjunto objetivo merece este epíteto, sino porque todo un movimiento interior se produjo en mí. Estos objetos con los cuales estoy en contacto nos transforman como sujetos. Entonces, esto puede volverse magnífico. Puede también llegar este momento cuando los superlativos, donde todas las palabras se callan ante de lo que siento. ¿Y qué siento? Una plenitud inmensa. Otros dirán: " creo que me sentí en orden como nunca antes en mi vida, en aquel momento”. Y un tercero os dirá: " Comprendo muy bien a los dos otros, pero lo que me tocó, es sentirme en unidad con todo. Yo mismo era uno con sol, uno con la naturaleza y uno conmigo mismo como nunca”. Y esto son las tres calidades que todas las tradiciones religiosas siempre les atribuyeron a sus dioses: plenitud, orden y unidad. En la tradición cristiana, esto deviene la potencia de lo divino, la perfección del divino y la bondad del divino. Es lo que Dürckheim subraya: debemos tomar en serio estas experiencias sobre el plano natural que nos permiten devenir  Conciencia de lo sobrenatural. Y esto es, su realismo espiritual.

¿Estar muy encarnado en las cosas que llegan, como esto, en un instante?

Sí, son instantes privilegiados de la existencia.

¿No podemos preverlos ni planificarlos, tampoco hay que intentar reproducirlos?

No, no podemos. Esto se nos echa encima, esto nos lleva, esto nos toma, los acogemos. Para otros, esta experiencia de unidad vendrá la música o el encuentro amoroso, el erotismo. Hay allí tantas ocasiones de ver la trascendencia revelarse sobre el plan natural.

En uno de su libros, escribe que " en Dürckheim, encontró a un testimonio del sentido y no un misionero del sentido”. ¿ Qué diferencia hace entre ambos?

 

Es sin duda lo que nos falta  más, hoy, testimonios del sentido. ¡Porque misioneros, no se carece de eso! Lo que quería decir por ahí, es que Dürckheim había encarnado en su modo de estar ahí, sus valores espirituales, y que lo testimoniaba. Y en el fondo, son muy simples. Al fin de su vida, me decía: " tengo la impresión de que después de haber encontrado a tantos hombres y mujeres diariamente durante más de 40 años, lo que falta más al hombre y a la mujer de hoy, es la calma  interior, la serenidad y la alegría de vivir ". ¡Pues bien! ¡He aquí tres cualidades qué echan raíces en el ser profundo, tres cualidades que se despiertan a partir de esta trascendencia interior que somos! Usted no puede comprar estas calidades en farmacia y usted no puede construirlas con ejercicios. Pero son las calidades que han sido atribuidas a los sabios de todas las tradiciones y en todas las épocas de la historia de la humanidad.

¿En suma, estas calidades forman parte integrante del ser?

El hombre puede abrirse allí, él mismo no puede colocarlas.

Háblenos de la sencillez…

Creo que es tomando en serio lo muy simple como se revela lo que, para el hombre, es lo más importante. Es también una experiencia que pude vivir con Dürckheim; es una lección que me pareció muy cara. Estuve  sentado delante de él y me dijo: " he aquí una rosa -  tenía siempre una rosa sobre su escritorio - pues bien! Comience por mirar a esta rosa”. Miré a la rosa, pero después de 10 segundos lo miré a él, diciendo: " es muy bella ". Dijo: " No, no, no, no se trata de esto. Mire a la rosa mucho tiempo”. Bien, ya que me había dicho " mucho tiempo ", quedé allí con, de cuando en cuando, el ojo que se iba hacia la izquierda para mirar si estaba siempre allí, y me quedé delante de esta rosa, simplemente delante de esta rosa, posiblemente durante diez minutos o un cuarto de hora. Pasé por todos los estados de alma que el hombre puede pretender encontrar en una existencia: la belleza, pero también el disparate donde, de repente, me oía decir: " Dios mío, por 80 marcos, es caro a pesar de todo hoy ". Pero lo que es asombroso, es que después de treinta o cuarenta minutos, no tenía más la impresión de mirar a la rosa. Tenía más bien la impresión que era la rosa quien me miraba. Y de repente, a través de lo que era visible, allí, es lo invisible que apareció. Es en esta simplicidad como el hombre encuentra los valores más profundos que le han permitido tocar, durante su existencia, este ejercicio de la simplicidad.

Esto quiere decir que hay que tomarse un tiempo para escuchar, de dejarse existir, de no actuar, de no hacer nada especial.

Eso es. Creo que, para no quedarse en la terminología japonesa, se podría reemplazar la palabra " zazen " por " estar en la escucha ", simplemente estar allí, a la escucha, nada más.

¿Cómo define la meditación?

Con una frase muy simple: es estar allí, tranquilamente sentado, sin hacer nada. Es esto que es tan difícil para el Occidental, que se imagina que si no hace nada, nada va a pasar. A menudo pregunto: " ¿acaso tiene un niño? ", y la mayoría de las veces, esta gente me responde sí, o tienen entonces un sobrino o una sobrina. Digo entonces: " ¿acaso cree que la mamá de este niño hizo a este niño? Ella lo ha  esperado y esto reúne esta gran frase de Lao Tseu: " si no  haces nada, no hay nada que no se haga”. Creo que es a través de la experiencia como cada uno de nosotros puede devenir " conciencia " de esta realidad. La verdadera transformación se hace en la medida en que deja al ser transformarme. No hay nada que  hacer. Pero hace falta para esto mucho coraje. Hace falta para esto mucha paciencia. No es un método rápido.

¿Cuáles son los criterios de una experiencia auténtica?

El más importante es sin duda que conduce al hombre a la exigencia que debe ahora devenir lo que se ha revelado en esta experiencia. Ya conocía a Dürckheim desde una quincena de años cuando tuve la posibilidad de vivir un momento un poco diferente y bastante fuerte. Me regocijaba por ir a verlo de nuevo para contarle mi experiencia. ¡El ego es también bastante fuerte después de esos momentos para querer un diploma! Me reencuentro pues delante de Dürckheim con un poco de impaciencia para los saludos al uso y luego me lanzo al  relato de mi experiencia. Quedó allí, impasible. Esperaba una medalla o, por lo menos, un cierto consuelo mientras que quedaba allí mirarme sin moverse durante un momento tan largo como que  experimenté molestia. Luego, me dice: " ¡mi querido Jacques, una experiencia no es nada todavía!” Y en esto nada, sentí mis huesos temblar. Luego, añadió: " Es magnífico. Te sentiste en una gran tranquilidad. Te sentiste en una gran fuerza. Muy bien, pero entonces pregúntate lo que debes hacer para devenir este hombre tranquilo. Te sentiste sereno. Para ti, la vida tuvo un sentido durante diez minutos, un día, dos días. Muy bien, pero entonces pregúntate lo que debes hacer para devenir ese  hombre. Sentiste una gran unidad. Muy bien. ¿Pero qué debes hacer para reencontrar esta paz interior? ". Creo que eso es el primer criterio de la experiencia. Es que ella sí obliga a un trabajo  sobre sí mismo para hacerse alguien diferente, el que se reveló al tiempo de la experiencia.

Al principio de la emisión, Placide Gaboury le presentó como siendo un "despierto" y usted más bien  sobrevivió. Sin embargo, en su último libro, usted cita a Dürckheim cuando dice: " el despertar no hace un despierto”. ¿Quiere precisar lo que quería decir?

Sí, primero comprendí que Plácido quería decir que no estaba dormido, y estoy  encantado. Creo que no se trata tanto de devenir  un "despierto" como permanecer en el camino que despierta. Y esto es el camino del ejercicio.

¿Considera usted a Dürckheim como un maestro  zen o como un maestro cristiano?

¿Acaso me permite dejar de responder a esta cuestión que a menudo le ha sido puesta? Cuando se le decía: " pero su trabajo es budista ya que usted propone el zazen, la sentado en silencio. Usted habla también de la verdadera naturaleza del hombre”. Dürckheim respondía siempre: " no, mi trabajo no es budista”. Pero un momento después, añadía: " pero no es tampoco no budista ". " Pero entonces, decía alguien, su trabajo es cristiano, ya que usted habla del Maestro Eckhart "." No, decía, mi trabajo no es cristiano, pero tampoco es no cristiano”. Y creo que tenía razón de responder así. No quería sentirse encerrado en una tradición particular. Lo que le interesaba se situaba más allá de toda tradición, porque la trascendencia, es la cuna de todas las religiones, pero la trascendencia no pertenece a ninguna religión. Lo que importaba, para él, es posiblemente lo que caracteriza esta nueva era en la cual entramos, la era de Acuario. Es la experiencia de la trascendencia inmanente, que toda religión debería despertar, pero en la que no puede encerrarnos.

 

 

martes, 15 de julio de 2014

Crisis espiritual: de la religión de Dios a la religión del hombre (Jean Biès)


La crisis espiritual : de la religión de Dios a la religión del hombre

Jean Biès

(Revue 3e  Millénaire – ancienne série. No9. Juillet-Août 1983)

¿ Que el cristianismo sufre hoy de una crisis grave no es negado por nadie, pero cómo nació esta crisis? ¿ De cuáles aberraciones de talla decididas por la Iglesia misma? La ignorancia del clero y las presiones de fuera condujeron  a un ritual despojado de lo sagrado. Desorientada, escandalizada, la masa de los fieles se fundió y las vocaciones se enrarecieron (salvo en los monasterios donde la tradición ha permanecido en vigor ). Jean Biès recuerda aquí a algunas grandes leyes sagradas que sería bueno inculcarles a los clérigos si no quieren un día sentirse muy solos en sus iglesias.

De todas las crisis características de la Edad actual, la más grave es ciertamente la crisis religiosa. Ésta afecta al conjunto de las religiones, pero en Occidente, más particularmente, la Iglesia cristiana. Nuestra intención no es examinar los orígenes (muy anteriores a Vaticano II), ni los efectos, que son múltiples y tienen un valor estimulante y desmoralizante a la vez. Lo que es seguro, es que la conmoción afecta al edificio entero, y que lo que se ve pasar actualmente al nivel eclesial repercute en toda la sociedad [1] occidental. La baja sensible de las vocaciones, la falta de interés para cuestiones que no conciernen a la inmediatez humana [2], la ausencia de consideración directa de la religión en la masa de los bautizados, instalan ya el "decorado" de este desierto espiritual que debe acoger el Cristo del segundo advenimiento.

El mal viene a la vez del exterior y del interior. En el exterior, es el resultado de la ofensiva incansable de las fuerzas del ateísmo que militan contra la roca de la Iglesia; en el interior, el hundimiento doctrinal que hace que con las mejores intenciones, demasiados cristianos trabajan ellos mismos sin saberlo en  destruir el cristianismo, o no contribuyen a rendirle servicio.

Al oeste, la lucha ideológica es llevada contra una Iglesia en sitio, pero que el confort del establecimiento y ciertos errores pasados embotaron el ardor combativo, indujeron a una cierta prudencia. Esta lucha sacó armas de la existencia de estos mismos errores: el cisma de Roma y de Bizancio, el tribunal de la Inquisición - aunque se exageró a sabiendas al número de sus víctimas-, las guerras fratricidas de una religión fraternal, y detrás de todo esto, la herencia de la mentalidad judeocristiana que anima siempre más, por la iniciativa del soldado, del jurista, del administrador, la conquista misionera, la supresión de los particularismos y de las minorías, el atesoramiento, la solidificación de las estructuras, la tentación de lo temporal, la  intelectualización de la doctrina en detrimento de su interiorización, la alianza del trono y del altar.

Cuando un materialismo virulento se propuso abatir la institución cristiana, son evidentemente esos hechos los que evocó, absteniéndose de mencionar la obra civilizadora de los primeros monjes, las figuras de santos como Agustín y Francisco, Bernardo y Benito, las Reglas y las Órdenes de las que son los fundadores, su brillo durante siglos frente a las marejadas de la barbarie militar y acultural. Si no se puede nada contra la santidad, se puede más contra la noción intelectual de la Revelación y de los dogmas, que reemplazarán pronto las " buenas noticias " sociales, políticas y económicas, las nociones de relativismo, escepticismo y ateísmo, difundidas por la multitud de los nuevos "apóstoles", organizando por todas partes e institucionalizando en nombre de las diosas Libertad y Razón una " educación laica y obligatoria ". Al fanatismo religioso, del que el pasado no estuvo exento, sucedería en lo sucesivo el del pensamiento libre  que, pareciendo respetar más las opiniones, iba a dar forma y a acondicionar de tal suerte los espíritus que se les resultaría imposible optar por otra cosa que por el agnosticismo.

La religión pronto no sería tolerada más que tanto cuanto ella se expresara en un lenguaje convencional y desazonado, privado del soplo vivificador de la doctrina inicial, o incluso, adoptara las interpretaciones más relativistas del Evangelio, los más conciliables pues con el reduccionismo moderno. Todo lo que no estuviera comprendido en eso sería tasado de pensamiento prelógico, de superstición y de oscurantismo, incluso de invenciones maquiavélicas de un clero solamente deseoso de explotar un pueblo mantenido por él en la ignorancia. Incluso no se vacilaría en pedir socorro el cientificismo – él mismo sin embargo sujeto a tantas variaciones - para contestar o demoler lo que continuaría de todas maneras a escapársele  desde que los niveles esotéricos y simbólicos  quedan sin relación con nivel literal.

Situación más radicalmente trágica para la Iglesia del Este, rechazando los compromisos, enamorada de fidelidad a los orígenes, manteniendo también un cierto gusto del martirio. Aquí, el método duro reemplaza las insinuaciones y el indiferentismo. Podemos decir de las persecuciones que aplican al pie de la letra la frase del Apocalipsis: " Quien no adorare la estatua de la Bestia será matado " (Apocalipsis, XIII, 15). Incluso sin hacer mención  de la destrucción material de las iglesias - ¿Quién se acuerda todavía que  dinamitando el templo, el hombre se dinamita asimismo, ya que el templo y el hombre analógicamente están edificados sobre el mismo plano?-, la supresión física de millones de individuos parece haber salvado por lo menos en el Oriente cristiano este " honor de Dios " demasiado a menudo burlado en nuestra casa. El siglo XX habrá batido todos los récords en materia de persecuciones, debidamente atestiguadas, y las que sólo una cierta apatía occidental tiene el mal talante de reducir o de ignorar el horror polimorfo [3]. Habrá sido uno de los títulos de gloria de esta Edad la de añadir a los modos de torturas clásicas, actuando exclusivamente el cuerpo, toda panoplia de  torturas psíquicas,  capaces de despersonalizar al individuo y de hacerlo la sombra antitética de él mismo. Los productos químicos que alteran o destruyen la conciencia vinieron a  probar a contrario que los creyentes en Dios eran anormales, ya que el Estado, la expresión de la normalidad, no cree en eso, y que era pues dar pruebas humanidad y salubridad pública curarles haciéndoles renegar de su fe. En cuanto a la convivencia psiquiátrica de los creyentes y de los enfermos mentales, no tiene otro fin que el de amalgamar la locura y la fe en una caricatura diabólica de la " locura de la cruz ": los creyentes, una vez vueltos locos a su vez por contaminación, es fácil demostrar que los creyentes son unos locos. Ante tal refinamiento en el sadismo, tenemos derecho a preguntar quiénes, las  víctimas o los verdugos, son los locos verdaderos [4]. Nunca en todo caso, más que aquí, las tinieblas se condensaron en un punto máximo, para intentar sumergir: lo que subsiste aquí abajo de más santo y de más venerable. Ninguna manifestación de la Edad de Kali prueba con una elocuencia más fría su demencia y su monstruosidad.

Y de verdad, para matar un  pueblo, lo más cómodo es matar su fe. Es suprimiendo esta como se suprime la esperanza, y es cuando los hombres son privados de esperanza se lo lleva a cabo más fácilmente mueren entonces en el interior, devienen todo lo que se quiere, hasta abrazan falsas esperanzas, los mañanas encantados. Sin embargo, si se puede matar a los testigos del Espíritu, no podemos matar el Espíritu del que son portadores. Es incluso  conocido que la sangre de los héroes de Dios los suscita siempre más, que se organizan las resistencias, y que toda doctrina espiritual encuentra un rebrote de vigor en las cuevas del suplicio, en las catacumbas del silencio. Lo que fue verdad para los primeros cristianos abandonados, bajo Nerón, a las bestias y a las antorchas, todavía lo es hoy para los cristianos de Oriente dónde el sol se levanta a escondidas; Pero esto lo es también para los hassidim arrastrados a los crematorios, como para los tibetanos masacrados en Lhasa, y de una manera muy general, para todos los pueblos que, huyendo bajo el viento aullador de los espantos de Kali-yuga, todavía ciñen contra ellos la palabra de la salvación, la sílaba de eternidad. Todos los golpes hieren a los conocedores, ninguna al Conocimiento. Si se asombra del encarnizamiento y de la longitud de los tormentos, es porque, hasta desfigurada, el Conocimiento perdona siempre a la ignorancia, y es lo que la ignorancia no le perdona.

La destrucción del cristianismo por el exterior todavía sería poco, si no se doblara de una destrucción por el interior. Conscientemente o no, clérigos  y laicos contribuyen a eso. Demagogia, tibieza, minimalismo, desacralización, alteración de las Escrituras so pretexto de adaptación al espíritu del tiempo crean condiciones adecuadas para este género de demolición. Ambigüedades, incertidumbres sabiamente cuidadas  justo lo que hace falta al alma de los fieles: luego tal origen animal de la humanidad vendrá para desmentir "científicamente" el relato del Génesis; luego, la existencia pronosticada por otros hombres en otras regiones del universo relativizará la Encarnación. Son puestos en duda sucesivamente el ministerio sacerdotal, el valor de los sacramentos, los dogmas trinitario y cristológico, la presencia efectiva en la Eucaristía. La religión se hace el más discreto de los humanismos posibles, se muestra agradecida con respecto a las instancias temporales de concederle la hospitalidad, tomando la defensa de sus puntos de vista. Vagas  consideraciones de orden moral, social y sentimental alimentan el fondo ordinario de los sermones, consiguiendo sólo alejar más de la Iglesia a los que tienen exigencias y aspiraciones de orden un poco superior. Hasta la mentalidad se encuentra pervertida la certeza es presentada como una necesidad sospechosa de seguridad, la duda saludada como criterio de sinceridad. Por detrás de las tentativas de ecumenismo que demasiado a menudo querrían conciliar los inconciliables, la casa misma continúa dividiéndose contra ella misma: entre los conservadores, una terquedad obsesiva que guarda valores que no concuerdan ya forzosamente con las necesidades de la época, un cierre crispado a toda adaptación y a la validez de otras religiones que se obstina en ignorar, la convicción que todo lo que no es integrismo es paganismo sulfuroso; entre los progresistas, enamorados de concesiones, la rotura con los principios mismos sobre los cuales reposa la religión  que deshacen pretendiendo renovarla o devolverla al despojo de sus principios (en realidad, a la indigencia que reina tan pronto como el Espíritu se retiró).

Una vez perdidas o renegadas las fuentes de su esoterismo, la Iglesia se encontró poco a poco en la imposibilidad de responder de modo completo y satisfactorio a las cuestiones esenciales que le fueron puestas: después de  haber olvidado ella misma el "conocimiento", no pudo más que reenviar a los fieles la "fe"; lo que tuvo una consecuencia doble: los que negaban la actitud mística, bhaktique ", de la "fe" - la pistis - sin ser por eso capaces de alcanzar el "conocimiento", el jnana - la gnôsis-, organizaron la lucha contra un espiritual desfalleciente, a sus ojos charlatanesco, pidiendo creer sin pruebas; en cuanto a los creyentes, privados de los argumentos decisivos, se dejaron ganar de tanto por las limitaciones del libre examen y de la razón discursiva, se atrincheraron en dogmas, satisfechos de dominios siempre más exteriores a la religión, incluso extraños a sus competencias. Entonces, situar el sentido profundo de una religión en el exterior de esta religión, es situarse a sí mismo en el exterior de esta religión; esposarse sólo con su tiempo, es divorciarse de  La Eternidad [5]. Además, más allá de errores y tanteos debidos al debilitamiento doctrinal, no debemos excluir la influencia activa y oculta de ciertos grupos de presión, cuyo interés es la erradicación pura y simple del cristianismo, para no decir de la cosa espiritual misma [6].

Mientras que el cristianismo insiste en la noción de " persona humana ", cuando la psicología confirma la unicidad de cada individuo y la necesidad terapéutica de contarse los menores detalles, la confesión se encuentra cada vez más hecha de prisa y corriendo, se vuelve hasta colectiva. La Cena aparece " comida fraternal " con ocasión de una " reunión ", mientras que es una comida ritual y sagrada: la Eucaristía es " acción de gracias " que hace  a los cristianos participantes de las tres Personas de la Trinidad, es hierogamia ", Sacramento de la unión del Cristo y de sus fieles, reunidos en Cuerpo místico. La pérdida del sentido de un misterio transcendente reduce a menudo la misa a una "reunión" simple donde la palabra reemplaza el canto, donde la música, vagamente imitadora de los trances africanos, se hace más ctónica que celestial. Todo en un decorado abstracto, (las vidrieras sobre todo) disparate verdadero en la religión donde lo "abstracto" precisamente se hizo "concreto" por la Encarnación [7]. Más grave es la celebración litúrgica frente al pueblo, durante la cual, en toda iglesia tradicionalmente girada hacia Oriente, el sacerdote da la espalda a Oriente. No hay que tener un sentido desarrollado del simbolismo espacial para concluir que el celebrante saluda así el sol poniente, la actitud por lo menos insólita, que reúne la - ¿ lo sabemos? - del celebrante de las misas negras. Los Padres de la Iglesia recordaron sin embargo que se volvía hacia Occidente para echar a Satanás y sus pompas, hacia Oriente, para bautizar en nombre del Cristo e invocar el Espíritu para la santificación de oblatos. La misa frente al pueblo se parece mucho más a alguna demostración de química experimental que profana el misterio, infantiliza a los miembros del " sacerdocio real”. Sería bueno, delante de tantas improvisaciones litúrgicas, acordarse que el arreglo de los ritos sagrados, destinados a hacer la Iglesia el cielo terrestre, jamás ha sido dejado para la iniciativa de las fantasías subjetivas, sino que procede de revelaciones sucesivas hechas a seres privilegiados, a los "Neumatóforos" directamente nacidos de la raza de los Apóstoles. Cualquiera no es san Sérapion, san Gregorio el Iluminador , san Juan Crisóstomo o san Basilio el Grande … No existe más  " misa para nuestro tiempo ": la divina Liturgia no pertenece al tiempo humano, nos libera de eso, al contrario, para hacernos acceder de antemano a Eón más allá de los tiempos. Por fin, por poco que se sepa que la razón profunda de las prácticas religiosas y de los ritos - soportes de influencias espirituales, actualización de las realidades divinas - es favorecer la purificación de los elementos corporales y mentales y psíquicos, vemos como puede ser grave descuidarlos o eludirlos: son corta-fuegos lo largo de la " vía purgativa "; ponerlos en cuestión no es más que querer retardar la hora de un compromiso total.

Habría largo que hablar también sobre la tentación socialista del cristianismo contemporáneo. Ciertamente, la situación económica de ciertos medios y de numerosos países subdesarrollados llaman, justifican una intervención de la Iglesia, en nombre de la justicia y en nombre de la caridad. Así como ya lo escribía Tomás de Aquino, que no se puede acusar de progresismo, " existe un mínimo de bienes cuyo uso es requerido para el ejercicio de la virtud " [8]. Además, hay ya en el cristianismo algo social: insistimos allí visiblemente en la ayuda al prójimo, al enfermo, al desheredado; sobre la noción de "reparto" más todavía que de "don [9]". Recordamos la palabra del fundador: " lo que hagáis  a los más pequeños de éstos, es a mí que me lo hacéis. " (Marc, IX, 37; Luc, IX, 48). La pobreza es condición previa para pasar por el " ojo de la aguja " (es decir la puerta del Paraíso). Es a menudo recordado también que el único propietario de los bienes es Dios, el hombre no es más que el gerente de una tierra que no le pertenece… Sin embargo, tal "socialismo", si "socialismo" hay, no debe nada a Proudhon, Marx o Engels; probablemente es de origen budista, e inspiró el cristianismo desde el principio, a través de Asia Menor. No es  posible, por otra parte, reducir el mensaje del Cristo a un "socialismo" simple teñido de religiosidad, como tampoco de trastocar el orden de los preceptos de amor: el amor al prójimo no tiene que pasar antes del amor de Dios. Hacer solamente lo social no exige de ninguna manera que se sea cristiano: basta con ser socialista [10]. A decir verdad, no parece que una interpretación político-social del Evangelio sea defendible, si se admite que éste se considera esencialmente manual de vida interior. La ausencia de toda directiva política en el Evangelio es incluso un tipo de advertencia implícita contra las divisiones creadas por las pasiones políticas [11]. Querer mezclar la política y lo religioso, es una vez más trabajar en la confusión del dharma. No podemos querer solamente a los hombres y olvidar la prioridad divina sin frustrar a la vez a los hombres, Dios y nosotros mismos. Pero la última ceguera será la que consiste en tomar el anuncio de la Ciudad ideal (y en este caso ideológico) por el de la Jerusalén Celeste, que es el opuesto exacto: Porque el Príncipe de este mundo es capaz de " seducir a los elegidos mismos ", los cristianos todavía creen que la tecnología y la socialización son los signos irrefutables de una nueva efusión del Espíritu [12]. Hace falta recordar que el Cristo comprueba la imposibilidad de servir a dos dueños a la vez (Mateo, VI, 24) y hace falta recordar que su Reino no es de este mundo (Jean, XVIII ,36);  Que " el Reino de los cielos está dentro de vosotros " (Luc, XVII, 21) y que el constructor de verdadera Jerusalén es no el hombre, sino Dios (Epístola a los Hebreos, XI, 10)? …

Todo esto no acaba, solamente en el hundimiento de la religión (que llegan a frenar como milagrosamente las felices iniciativas de ayuda mutua, de socorro, y la invisible influencia de orantes anónimos en las cuevas de los últimos desiertos o en la casa vecina, en el corazón mismo de la ciudad), sino en el establecimiento de una religión intratable, la del Hombre. Ya, al nivel doctrinal, podemos asombrarnos de ciertas omisiones hechas en el " fondo obligatorio " de los nuevos catecismos [13]. El resultado de tales dulcificaciones es la humanización a ultranza de lo Divino y la evacuación de la Trascendencia. La desaparición de lo sobrenatural quita toda dimensión vertical a la existencia, no legitima en nada el mantenimiento de la religión, cuyo fin precisamente es unir la tierra al cielo, el hombre a Dios … Esta situación sólo refleja las tendencias generales de la teología de la " Edad funcional ", la cual, según Robertson, sucede a la " Edad mítica " y a la " Edad ontológica " (¿ estamos tan alejados de tres Edades de Augusto Conde?). Mientras que Bultmann se propone "desmitificar" el Evangelio, que Bonhoeffer preconiza un " cristianismo sin religión ", vemos al " Hijo de Dios " cederle poco a poco al " Hijo del Hombre ", la teología hacerse antropología. El Cristo tiende cada vez más a ser sólo una especie de gran hombre, un bienhechor de la humanidad enamorado de igualdad y de justicia democráticas, pero desprovisto de todo poder divino que, de alguna manera, pueda hacerlo parecerse a algo superior. Entonces, podemos admirar a un gran hombre, no lo adoramos en espíritu y en verdad, y no le rendiremos ningún culto. Así es como la liturgia se encuentra cada vez más relativizada, esperando no encontrar ya ninguna justificación; que, la divinidad del Cristo siempre más eludida, llegamos ineluctablemente a proclamar su muerte, luego la de Dios en su Hijo sobre la cruz, y en toda lógica, la muerte final del cristianismo. Después de Hegel, Feuerbach y Nietzsche, la " nueva teología " asegura la liquidación pura y simple de esta religión.

La  " muerte de Dios " tiene como correlativo la "divinización" del hombre, que no es más que  la falsificación de su "deificación" en el Espíritu Santo. Se trata efectivamente de una sustitución de la humanidad por la divinidad, una humanidad que se toma a si misma por objeto de su propia adoración, y donde el Hombre, para repetir la expresión de Protágoras, ha devenido la " medida de toda cosa ". Cual un segundo Creador, repiensa y rehace el mundo; embriagándose por su potencia, se aplica a si  mismo las palabras del Cristo " Yo hago todas cosa nuevas " (Apocalipsis, XXI, p. 5). El animal razonable se autodiviniza y se absolutiza en un logos que no es ya el Verbo, sino la sola razón razonante; su vuelo hacia la Luna es tomado por la Ascensión de la humanidad. La "santa Materia " niega a Dios como " Motor inmóvil " que mueve el universo; la " santa Evolución  " hace que Dios se encuentre a si mismo arrastrado por el "ciclón" ascendente de la materia; es un Dios "cosmogénesis" cautivo de la existencia y del devenir que él ha creado [14].

Sin embargo, los falsos Absoluto acaban siempre por revelar su verdadera identidad y se hunde en el polvo de Negatividad integral.  Después de la muerte de la Gran Madre, la del Padre y la de Jesucristo mismo (¡despojado hasta de sus mayúsculas!), es, detrás de su triunfo, a la muerte del Hombre a la que finalmente se asiste. En la Edad en que  la inversión tiene fuerza de ley, sólo una contra-religión puede pasar por religión. Aparentemente puede continuar celebrando a Dios: es al Hombre a quien exalta en realidad; puede evocar lo sagrado: este sagrado es lo profano que se hace pasar por su contrario; puede anunciar el advenimiento de los tiempos mesiánicos estos tiempos no son en realidad el alba del día siguiente, sino el crepúsculo de hoy. Es a ella que se aplica lo que se ha dicho sobre la otra Bestia ": " tenía dos cuernos iguales a las del cordero, pero hablaba como un dragón " (Apocalipsis, XIII, 11).

Jean Biès es el autor de numerosas obras que tratn de espiritualidad. He aquí algunos: : « Mont Athos » et « L’Inde ici et maintenant » (Dervy Livres) ; « J’ai dialogué avec les chercheurs de vérité » (Retz) ; « Connaissance de l’Amour » et « Les pourpres de l’Esprit » (Editions de la Revue moderne) ; « Passeports pour les temps nouveaux » (Dervy Livres) etc.

 

1] Ya los antiguos textos de la India mencionan la ruina de la religión como la prueba superior del Kali-yuga. Vishnu-purâna VI, 1, se refiere al aggiornamento: " una ablución simple será vista una purificación suficiente. " Y todavía: " los hombres de todas las castas se imaginarán presuntuosamente ser los iguales del brahmanes. Dirán: " ¿ de que autoridad son los Vêda? … " Tema repetido por Bhagavata-purâna, por XII, 24, suiv.: " en la Edad de Kali, los hombres son cortos de vista, (comprender: la inteligencia metafísica limitada), los Vêda están corrompidos por los herejes … Él (Ashyuta, el dueño de los tres tipos de mundo(gente)), más nadie le honra… "

[2] Según sondeos efectuados cerca de la juventud, la salud y el dinero, pasan bastante antes del amor, la amistad y la fe.

[3] Entre testimonios múltiples, citemos por lo menos al de Alexandre Solzhenitsin, dedicado al Archipiélago del Gulag. - podríamos poner de relieve para una historia de las Iglesias subterráneas este verso de Ovide: Quodque licet tacito venerantur murmura numen: " todo lo que pueden hacer, es murmurar en voz baja sus oraciones a la divinidad " (Metamorfosis, VI, v. 202).

[4] No podemos abstenernos de soñar con este apotegma asombrosamente relativo a nuestra época: " el tiempo viene donde los hombres serán locos, y cuando encuentren a alguien que no sea, le dirán: " ¡ perdiste el sentido! " Y esto, porque no se les parecerá. " (Apotegmas de los Padres del Desierto, Abad Antonio, 25). – A lo que hace eco, bajo otros cielos, Maharshi: " porque el mundo está loco, os considera loco " (Enseñanza, 545).

[5] Marcelo de Corte escribe en Essai sur la fin d’une civilisation : " vincular la suerte y la acción del cristianismo al futuro una civilización que está muriendo, nos aparece ser el error más grave que pueda cometer el cristiano. " Después de haber mostrado que ya es hora que los cristianos de hoy se desembaracen de la obsesión de lo colectivo y de lo político divinizados, el autor añade: " imaginamos de buena gana lo que se habría hecho el cristianismo si hubiera seguido la curva de la civilización romana decadente. "

[6] Está aquí la ocasión de acordarse de los " lobos rapaces ", disfrazados de corderos para entrar en el aprisco (Mateo, VII, 15).

[7] Tanto el arte abstracto se justifica en el Islam donde Dios no puede ser representado, sino a través de la irisación geométrica de una multiplicidad todavía próxima del Principio, como no tiene ninguna razón para estar en la religión donde " Dios se hizo faz ".

[8] A la que hace eco la palabra de Râmakrishna: " la religión no está para los vientres vacíos. "

[9] Los Padres de la Iglesia citan el ejemplo de Zaqueo, que da la mitad de sus bienes a los pobres (Luc, XIX, 9). - en términos modernos, esto puede equivaler, por ejemplo, a la creación de un fondo mundial alimentado por deducciones sobre " los gastos ostentatorios, los despilfarros y la carrera de armamentos ", para repetir los términos de la encíclica de Pablo VI .Populorum Progressio

10] Posiblemente sería posible si acaso aplicar aquí la doctrina hindú del darshana y admitir una pluralidad de interpretaciones del Evangelio. Si éste se dirige a todos los hombres, podemos suponer la existencia de una lectura shûdra de este texto. En esta perspectiva, el Cristo bien sería el " grande proletario de Nazareth ", inspirador de la Revolución francesa, jefe de todos los rebeldes y condenados de la tierra; " tender la otra mejilla " no sería más dar pruebas de acción sin violencia, sino acto de oposición y de provocación; " echar a los vendedores del templo " sería declarar la guerra al capitalismo. Solamente, tal interpretación reduce el Evangelio a su sentido más literal y más superficial, pues es la que tiene menos posibilidades de estar próxima del hogar central de la Verdad. Además, es de partido tomado y solicita forzosamente el texto. Por fin, y sobre todo, no tiene que prohibir existir a otras significaciones.

[11] Podemos decir sobre eso lo mismo sobre otros textos tradicionales. Shrî Aurobindo considera, por ejemplo, que Bhagavad-Gîtâ no recomienda el evangelio de la acción humana, el ideal del deber social. La acción que enseña es la acción divina, impersonalmente cumplida por los mejores de los hombres, por el amor del mundo y en sacrificio al que se tiene tras el hombre y la Naturaleza (El Yoga de la  Bhagavad-Gîtâ).

[12] No hay  confusión más nefasta. El Espíritu, por cierto, volverá al mundo, y tal es bien el significado de la Jerusalén celeste, (o de Satya-yuga); pero el nuevo ciclo partirá sobre otros datos que los que están de moda hoy, entre los que la mejor parte puede mejorar la suerte material del hombre, pero queda sumamente incapaz de la  nueva Jerusalén, - porque esto no es de su "orden", como diría Pascual.

[13] Por ejemplo, difuminamos o pasamos en silencio el pecado de origen, ambas naturalezas del Cristo, la Virgen Marie como Madre de Dios, los milagros del Cristo, la Resurrección, los últimos fines, etc.

[14] El " ciclón cónico " de la " masa de conciencia " caro por Teilhard de Chardin, masa cada vez más compleja a lo largo de los milenarios que suben hacia el Omega, no es más que la caricatura de la continuidad que, en la cosmología tradicional, desciende del Espíritu a través de los estados del Ser. Lo mismo,lal altruidad que el autor del Fenómeno humano atribuye al Omega - la cual no sobrepasa el dominio de la existencia determinada por el número y la forma y no tiene pues ninguna trascendencia efectiva - es la caricatura de la discontinuidad verdadera separando este mundo del más allá.